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CEMENTERIOS CON HISTORIA

EL CARMEN: HISTORIAS & ANECDOTAS
En busca de las huellas de los olvidados


Un lugar con numerosas historias que reposan bajo el grueso suelo de concreto y otras que están presentes día a día. Ese es el casi centenario cementerio El Carmen, que abre sus puertas y nos recibe deseoso de mostrarnos su legado, entre el tumulto de curiosos y familiares que vienen a dar un último adiós o una visita rutinaria a sus difuntos.
Por el largo y angosto camino a cuyos lados están  los cuartales de la Familia  Cuglievan y la Sociedad de Obreros  de la Unión encontramos, los mausoleos y tumbas de personajes notables, aquellos hombres y mujeres destacados que,  a  pesar de los años, dejaron huella en una ciudad que quizá ya los habrá olvidado  ¿O no?, tales como: la Familia Woyke, la Familia Puga, la Familia Cassinelli, los héroes de la Guerra del Pacifico, la Sociedad de Amantes de las Artes, entre otros.
 “El Carmen” es uno de los principales camposantos de la ciudad de Chiclayo, y el más visitado por la comunidad desde 1917. A lo largo de sus 93 años posee un total de 129 cuarteles de 5 y 7 niveles. Hoy en día, yacen allí aproximadamente 20 mil personas.
Según sus características arquitectónicas, está estructurado con cuarteles de nichos para adultos y párvulos, tumbas bipersonales y mausoleos. En la cimentación resalta el uso de concreto armado, con acabados en mármol y granito. Actualmente, tiene un área de 60,000 metros cuadrados.

Durante el día se aprecia un radiante sol que acoge a los visitantes y trabajadores de aquella residencia sepulcral. Por la tarde, en medio del  silencio;  una campana a lo lejos, advierte que ya pronto anochecerá, y el camposanto será cubierto por la oscuridad.

VISITA A LA SOCIEDAD DE OBREROS 1ERO DE MAYO
VISITA A LA SOCIEDAD DE OBREROS 1ERO DE MAYO




Durante el trayecto a la tumba de José Leonardo Ortiz, el insigne héroe lambayecano; llama la atención un mausoleo: la Sociedad de Obreros 1ero de Mayo. Dentro, en una catacumba subterránea,  unas escaleras de madera protegidas en la parte superior con rejas corroídas por el tiempo y el olvido…. Al bajar, cuarteles de 5 filas y 7 columnas. Cada una con una historia que contar: llanto, sufrimiento y valentía. Sí, la valentía de haber vivido para servir. Eso se observa en las lápidas de cada hombre y mujer que ahí reposan.
Una botella vacía,  agua descompuesta, paredes carcomidas por el tiempo, un florero del champú de moda, y el ruido de los pájaros, descubren cómo el dolor desapareció de aquellos que alguna vez lloraron la pérdida de un ser querido. De lo que ahora, sólo quedan recuerdos.

Puertas con luna catedral, la firma de un desconocido, fan de un conocido grupo de fútbol, condensan el clima de El Carmen. El  lugar, que si bien es cierto más pertenece al mundo del más allá, muchos que son de acá estampan su vida en cada gráfico de alguna tumba  carmelina.
UN HOMBRE LLAMADO MIGUEL……
Son las  4:10pm. El tránsito de dos buses y una combi alertan que un evento triste tendríamos que presenciar. Un cajón sale del carruaje funerario.  Personas de todas las edades. Unas vestidas de negro. Otras, de colores sutiles. Todos, dando el último adiós.  No obstante, lo que nunca olvidaremos es el estribillo de una canción de Darío Gómez “Cuando ustedes me estén despidiendo  con el ultimo adiós de este mundo  no me lloren que nadie es eterno nadie vuelve del sueño profundo…”, se escucha en tono melancólico a un amigo muy cercano de Miguel Ángel Ramos López, un joven de 21 años. Fue una de las víctimas del llamado del destino, quien nos arrebata un soplo de vida y nos conduce al camino del silencio y una profunda soledad. Un día como hoy o como cualquier otro, fue enterrado en el cuartel de San Hilarión, un santo beato, que hasta sus últimos días luchó por su fe y creyó en el mundo. Así también  fue Miguel, muchacho trabajador, querido hermano, esposo e hijo.  Murió en un accidente que ningún familiar quiso mencionar... Miguel Ramos ¡presente, presente!, Los padres, hermanos y la viuda, lloraban amargamente.
¿NEGLIGENCIA O SIMPLE DESCUIDO?….
A través de  nuestro recorrido por la parte posterior del cementerio el Carmen de las Brisas, nos percatamos de un hecho, que la mayoría de la comunidad chiclayana desconoce. Y esta es la problemática del  mal manejo de los cadáveres que se encuentran  frente al cuartel San Gregorio, donde se construyen nuevos nichos.
La “Fosa Común” o  “La Cruz Mayor”. Así se le llama a esa zona, donde uno al pasar puede tropezar con huesos regados, lápidas  a medio sepultar, cajas rotas, ropa esparcida de los cadáveres. Hechos que nos llevan a pensar la forma en que son tratados los restos de las personas de condición humilde, que no cuentan con los recursos necesarios para  ser enterrados en un nicho y así recibir cristiana sepultura; cuerpos que son removidos por una excavadora, sin darse cuenta  que están destruyendo ataúdes y dispersando huesos, que son considerados en su mayoría N.N, porque ningún familiar se acercó a reconocer su cuerpo. Estos individuos irrumpen así con la tranquilidad de los difuntos aquí existentes, los mismos que al final del día, son olvidados por los curiosos que visitan el camposanto, sin  considerar que, a pesar de estar muertos merecen que en su última morada puedan descansar en paz.
La vida entre la muerte
Omar de los Santos,  vigilante del cementerio, cuenta su historia vivida en este recinto.
Nunca he experimentado un hecho para­normal durante mi recorrido por los pasi­llos del cementerio.
Aquí es muy tranquilo, yo nunca he visto ni he sentido nada fuera de lo normal, yo pienso que esas apariciones solo se te presentan cuando estás su­gestionado y piensas que verás o escu­charás algo aunque algunos de mis com­pañeros me contaron que sí habían visto cosas y  bultos en la oscuridad. Han pasado tantas cosas aquí. La que más recuerdo es la de una pareja de “punks”, que tuvieron relaciones sexuales en un sótano de tumbas  antiguas. Fue una especie de ritual creo, porque habían hecho una cama con periódicos e iluminado el sótano con velas negras. No me había dado cuenta de esto hasta cuando encontré unos preservativos tirados en el piso.
Otra fue la de un oficial de la policía. Vino con un brujo que le hizo un ritual para que apruebe su examen de ascenso, pero como nosotros no lo queríamos dejar pasar porque no tenía permiso se fue. Después regresó y se metió por la parte posterior del cementerio. Cuando nos dimos cuenta y fuimos a sacarlo, él y sus hombres nos apuntaron con sus pistolas. Nos dijeron que no digamos nada y se fueron.
También me acuerdo que por las tardes, durante una semana venían al cementerio una señorita en silla de ruedas con dos amigos. Entraban a las 5:00 y salían en la noche, cuando ya íbamos a cerrar el cementerio. Eso era todos los días, hasta que una vez fui a buscarlos, porque ya era hora de cerrar y no salían. Me sorprendí al ver a la chica sobre los nichos corriendo con sus amigos. Entonces los saqué. Desde ahí no los he visto venir más.
Aquí nadie roba nada. Nos encargamos de que así sea. Somos dos vigilantes. Mientras uno se queda a cuidar la puerta principal, el otro se encarga de dar un recorrido completo a todo el cementerio para asegurarse de que todo en orden.             

OTRO CEMENTERIO CON HISTORIA… “JARDINES DE LA PAZ”
“Tratar al cuerpo con dignidad y respeto”. Este lema caracteriza al camposanto “Jardines de la paz” considerado el primer cementerio ecológico. Fue creado un 17 de febrero del año 1993. Ahora cuenta con 18  años de existencia en Chiclayo y alberga en sus instalaciones a 1800 personas sepultadas.
En el Osario, los trabajadores ven  a sus difuntos como “diamantes”. Así nos comentaba su administrador, Alberto Antonio Seclén Medina. Durante una breve entrevista, expresó  en todo momento su admiración por el lugar que, por su modernidad en sus nichos y  tumbas, asiste a  los deudos para depositar en su última morada a sus seres queridos.
No es lo único que lo caracteriza. En este camposanto existen historias que  encierran sus pasillos y caminos donde reposan  esos hombres y mujeres que por causas del destino o voluntad propia llegaron allí; tales como las que nos cuenta Alberto Seclén Medina, administrador del lugar:
¿Ha sido testigo de algún hecho sobrenatural dentro del cementerio?
Sí. Un día cuando acababa de llegar. Escuché que golpeaban las rejas de la puerta del camposanto. Salí a ver y no había nadie. Entonces, me di cuenta que se trataba de las almas de los diamantes que aquí tenemos sepultadas. Les dije que se tranquilizaran y que no perturben a los vivos.
¿Ha percibido un cuerpo que no pertenezca al mundo de los vivos o alguna sombra extraña durante su estancia en el camposanto?
Sí. Una vez. Mientras caminaba por las tumbas, vi algo que se movía tras uno de los tantos árboles que tenemos aquí. Era una persona vestida de blanco.
Es así como concluyen las historias sucedidas a vivos y muertos, las mismas que  irán siendo desplazadas al pasar del tiempo.
 

viernes, 29 de octubre de 2010

CEMENTERIOS CON HISTORIA

EL CARMEN: HISTORIAS & ANECDOTAS
En busca de las huellas de los olvidados


Un lugar con numerosas historias que reposan bajo el grueso suelo de concreto y otras que están presentes día a día. Ese es el casi centenario cementerio El Carmen, que abre sus puertas y nos recibe deseoso de mostrarnos su legado, entre el tumulto de curiosos y familiares que vienen a dar un último adiós o una visita rutinaria a sus difuntos.
Por el largo y angosto camino a cuyos lados están  los cuartales de la Familia  Cuglievan y la Sociedad de Obreros  de la Unión encontramos, los mausoleos y tumbas de personajes notables, aquellos hombres y mujeres destacados que,  a  pesar de los años, dejaron huella en una ciudad que quizá ya los habrá olvidado  ¿O no?, tales como: la Familia Woyke, la Familia Puga, la Familia Cassinelli, los héroes de la Guerra del Pacifico, la Sociedad de Amantes de las Artes, entre otros.
 “El Carmen” es uno de los principales camposantos de la ciudad de Chiclayo, y el más visitado por la comunidad desde 1917. A lo largo de sus 93 años posee un total de 129 cuarteles de 5 y 7 niveles. Hoy en día, yacen allí aproximadamente 20 mil personas.
Según sus características arquitectónicas, está estructurado con cuarteles de nichos para adultos y párvulos, tumbas bipersonales y mausoleos. En la cimentación resalta el uso de concreto armado, con acabados en mármol y granito. Actualmente, tiene un área de 60,000 metros cuadrados.

Durante el día se aprecia un radiante sol que acoge a los visitantes y trabajadores de aquella residencia sepulcral. Por la tarde, en medio del  silencio;  una campana a lo lejos, advierte que ya pronto anochecerá, y el camposanto será cubierto por la oscuridad.

VISITA A LA SOCIEDAD DE OBREROS 1ERO DE MAYO
VISITA A LA SOCIEDAD DE OBREROS 1ERO DE MAYO




Durante el trayecto a la tumba de José Leonardo Ortiz, el insigne héroe lambayecano; llama la atención un mausoleo: la Sociedad de Obreros 1ero de Mayo. Dentro, en una catacumba subterránea,  unas escaleras de madera protegidas en la parte superior con rejas corroídas por el tiempo y el olvido…. Al bajar, cuarteles de 5 filas y 7 columnas. Cada una con una historia que contar: llanto, sufrimiento y valentía. Sí, la valentía de haber vivido para servir. Eso se observa en las lápidas de cada hombre y mujer que ahí reposan.
Una botella vacía,  agua descompuesta, paredes carcomidas por el tiempo, un florero del champú de moda, y el ruido de los pájaros, descubren cómo el dolor desapareció de aquellos que alguna vez lloraron la pérdida de un ser querido. De lo que ahora, sólo quedan recuerdos.

Puertas con luna catedral, la firma de un desconocido, fan de un conocido grupo de fútbol, condensan el clima de El Carmen. El  lugar, que si bien es cierto más pertenece al mundo del más allá, muchos que son de acá estampan su vida en cada gráfico de alguna tumba  carmelina.
UN HOMBRE LLAMADO MIGUEL……
Son las  4:10pm. El tránsito de dos buses y una combi alertan que un evento triste tendríamos que presenciar. Un cajón sale del carruaje funerario.  Personas de todas las edades. Unas vestidas de negro. Otras, de colores sutiles. Todos, dando el último adiós.  No obstante, lo que nunca olvidaremos es el estribillo de una canción de Darío Gómez “Cuando ustedes me estén despidiendo  con el ultimo adiós de este mundo  no me lloren que nadie es eterno nadie vuelve del sueño profundo…”, se escucha en tono melancólico a un amigo muy cercano de Miguel Ángel Ramos López, un joven de 21 años. Fue una de las víctimas del llamado del destino, quien nos arrebata un soplo de vida y nos conduce al camino del silencio y una profunda soledad. Un día como hoy o como cualquier otro, fue enterrado en el cuartel de San Hilarión, un santo beato, que hasta sus últimos días luchó por su fe y creyó en el mundo. Así también  fue Miguel, muchacho trabajador, querido hermano, esposo e hijo.  Murió en un accidente que ningún familiar quiso mencionar... Miguel Ramos ¡presente, presente!, Los padres, hermanos y la viuda, lloraban amargamente.
¿NEGLIGENCIA O SIMPLE DESCUIDO?….
A través de  nuestro recorrido por la parte posterior del cementerio el Carmen de las Brisas, nos percatamos de un hecho, que la mayoría de la comunidad chiclayana desconoce. Y esta es la problemática del  mal manejo de los cadáveres que se encuentran  frente al cuartel San Gregorio, donde se construyen nuevos nichos.
La “Fosa Común” o  “La Cruz Mayor”. Así se le llama a esa zona, donde uno al pasar puede tropezar con huesos regados, lápidas  a medio sepultar, cajas rotas, ropa esparcida de los cadáveres. Hechos que nos llevan a pensar la forma en que son tratados los restos de las personas de condición humilde, que no cuentan con los recursos necesarios para  ser enterrados en un nicho y así recibir cristiana sepultura; cuerpos que son removidos por una excavadora, sin darse cuenta  que están destruyendo ataúdes y dispersando huesos, que son considerados en su mayoría N.N, porque ningún familiar se acercó a reconocer su cuerpo. Estos individuos irrumpen así con la tranquilidad de los difuntos aquí existentes, los mismos que al final del día, son olvidados por los curiosos que visitan el camposanto, sin  considerar que, a pesar de estar muertos merecen que en su última morada puedan descansar en paz.
La vida entre la muerte
Omar de los Santos,  vigilante del cementerio, cuenta su historia vivida en este recinto.
Nunca he experimentado un hecho para­normal durante mi recorrido por los pasi­llos del cementerio.
Aquí es muy tranquilo, yo nunca he visto ni he sentido nada fuera de lo normal, yo pienso que esas apariciones solo se te presentan cuando estás su­gestionado y piensas que verás o escu­charás algo aunque algunos de mis com­pañeros me contaron que sí habían visto cosas y  bultos en la oscuridad. Han pasado tantas cosas aquí. La que más recuerdo es la de una pareja de “punks”, que tuvieron relaciones sexuales en un sótano de tumbas  antiguas. Fue una especie de ritual creo, porque habían hecho una cama con periódicos e iluminado el sótano con velas negras. No me había dado cuenta de esto hasta cuando encontré unos preservativos tirados en el piso.
Otra fue la de un oficial de la policía. Vino con un brujo que le hizo un ritual para que apruebe su examen de ascenso, pero como nosotros no lo queríamos dejar pasar porque no tenía permiso se fue. Después regresó y se metió por la parte posterior del cementerio. Cuando nos dimos cuenta y fuimos a sacarlo, él y sus hombres nos apuntaron con sus pistolas. Nos dijeron que no digamos nada y se fueron.
También me acuerdo que por las tardes, durante una semana venían al cementerio una señorita en silla de ruedas con dos amigos. Entraban a las 5:00 y salían en la noche, cuando ya íbamos a cerrar el cementerio. Eso era todos los días, hasta que una vez fui a buscarlos, porque ya era hora de cerrar y no salían. Me sorprendí al ver a la chica sobre los nichos corriendo con sus amigos. Entonces los saqué. Desde ahí no los he visto venir más.
Aquí nadie roba nada. Nos encargamos de que así sea. Somos dos vigilantes. Mientras uno se queda a cuidar la puerta principal, el otro se encarga de dar un recorrido completo a todo el cementerio para asegurarse de que todo en orden.             

OTRO CEMENTERIO CON HISTORIA… “JARDINES DE LA PAZ”
“Tratar al cuerpo con dignidad y respeto”. Este lema caracteriza al camposanto “Jardines de la paz” considerado el primer cementerio ecológico. Fue creado un 17 de febrero del año 1993. Ahora cuenta con 18  años de existencia en Chiclayo y alberga en sus instalaciones a 1800 personas sepultadas.
En el Osario, los trabajadores ven  a sus difuntos como “diamantes”. Así nos comentaba su administrador, Alberto Antonio Seclén Medina. Durante una breve entrevista, expresó  en todo momento su admiración por el lugar que, por su modernidad en sus nichos y  tumbas, asiste a  los deudos para depositar en su última morada a sus seres queridos.
No es lo único que lo caracteriza. En este camposanto existen historias que  encierran sus pasillos y caminos donde reposan  esos hombres y mujeres que por causas del destino o voluntad propia llegaron allí; tales como las que nos cuenta Alberto Seclén Medina, administrador del lugar:
¿Ha sido testigo de algún hecho sobrenatural dentro del cementerio?
Sí. Un día cuando acababa de llegar. Escuché que golpeaban las rejas de la puerta del camposanto. Salí a ver y no había nadie. Entonces, me di cuenta que se trataba de las almas de los diamantes que aquí tenemos sepultadas. Les dije que se tranquilizaran y que no perturben a los vivos.
¿Ha percibido un cuerpo que no pertenezca al mundo de los vivos o alguna sombra extraña durante su estancia en el camposanto?
Sí. Una vez. Mientras caminaba por las tumbas, vi algo que se movía tras uno de los tantos árboles que tenemos aquí. Era una persona vestida de blanco.
Es así como concluyen las historias sucedidas a vivos y muertos, las mismas que  irán siendo desplazadas al pasar del tiempo.
 

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